jueves, marzo 03, 2005

Mi madre era una camarera vestida de mandarina, encontró a mi padre en una lata de sardinas

Ya no hay manzanas para Eva, ni limones para Susan, la helada ha estropeado toda la fruta, todo está podrido, nos dejamos abrumar por el concepto de pecado, y Pedro Abelardo dejó muy claro la distinción entre vicio y pecado, aunque ya no la recuerdo, se la preguntaré a mi pupilo, se la he explicado esta misma tarde, antes de ir a la frutería, pero olvidé la lista de la compra y confundí los tomates con los kiwis y las fresas con los aguacates que no me llevé porque la frutera me dijo que eran alucinógenos, pero la culpa no fue mía sino del gato que se comió la lista y sonrió como el gato de Cheshire que no quiso indicarme el camino, porque yo creo que en el fondo estaba secretamente enamorado de mí y quería retenerme a su lado el mayor tiempo posible, pero me di cuenta y huí, corrí bien lejos, congelándome de frío por no llevar profilácticos en los bolsillos y le maldije, con la voz quebrada como siempre, porque hace tiempo que mi voz, bien lo sabeis todos, suena tan desafinada...

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