martes, diciembre 20, 2005

Arde Troya (o la combustible historia de Lilith y Sansón)

Debido a un complejo de Edipo por parte materna y un árbol genealógico enormemente confuso, siempre quise ser pelirroja. Probé un montón de tintes, pero no conseguía dar con el color que tenía (y tengo) en mente. Finalmente asumí que la naturaleza me había hecho ser una rubia con facciones de pelirroja (o la pelirroja de la melena dorada).
La noche del sábado una chica quemó mi pelo con un cigarrillo, mientras mi melena ardía yo bailaba feliz, hasta que noto los aspavientos de la gente de mi alrededor y empiezo a sentir un ligero olor a chamuscado. Después me dijeron que por un momento mi pelo fue rojo y parecía que toda mi melena iba a arder. Creo que si hubiera visto mi pelo en ese momento me habría caído redonda, eso o habría ardido en el Infierno...

viernes, diciembre 16, 2005

Caperucita roja tiene los ojos verdes, como los tuyos, niña como los tuyos

Tendría 22 años cuando me dijiste, clavándome la mirada y con tu característica voz grave que yo era demasiado niña para ti. Y era cierto, podías ser mi padre y supongo que eso era precisamente lo que más me atraía. Después pronunciar esa frase con tremenda carga erótica ya no logré apartarte de mis fantasías más inconfesables.
Pasó más de un año hasta que me viste como una mujer o hasta que yo me sentí lo bastante mujer para ti, enfundada en mi vestido rojo. Aunque la primera noche me comporté como una niña, no fui la única, tú con tus cuarenta y tantos, actuaste como un adolescente engreído.
Lo recordaba todo ahora, (con esa sonrisa que se me escapa siempre que me topo con una de esas casualidades que hacen que merezca la pena esta cosa absurda que llamamos “vida”), mientras cosía el dobladillo del pantalón que llevaba la noche que me llamaste niña, cuando aún quería parecer mayor de lo que era. Ahora sometido a un exhaustivo proceso de reciclado para convertirse en algo parecido a unos bombachos (el último grito entre las chicas modernas), que odiaba cuando mi madre me obligaba a ponérmelos de pequeña.
Es gracioso que hayan tenido que pasar 26 años para sentirme cómoda como una lolita...

domingo, diciembre 04, 2005

Tal vez ese día ya estuviera escrito en mis manos

A estas alturas no creo que ya nadie dude de la existencia de la justicia poética. Por eso ya tengo asumido lo que me deparará el futuro: un novio que me será infiel, al menos, tantas veces como las yo he estado con hombres con pareja.Un hombre que coqueteará con otras, al menos, tantas veces como yo lo he hecho con hombres que tenían pareja.
La existencia de la justicia poética implica la existencia del destino, no como algo determinado por un ente superior, sino como algo que inevitablemente sucederá al volver nuestros actos hacia nosotros.
Y yo nada podré objetar: justicia poética, oh si, también lo corroboro...