miércoles, marzo 02, 2011

Apuntes del subsuelo III

Todavía recuerdo cuando iba en el metro
y toda las personas me resultaban feas,
espantosas,
porque ninguno de ellos eras tú.

Ahora, en cambio,
en el vagón,
en los pasillos,
en las escaleras mecánicas,
me encuentro con rostros más o menos anodinos,
vulgares, grises
pero siempre menos crueles y cínicos.

Todavía recuerdo, si...

4 comentarios:

Bellota dijo...

No puedo evitar imaginarme la vida de la gente cuando voy en el metro.

Anónimo dijo...

Yo carezco ya de metro en el que viajar y de metro con que medir... Lo he perdido todo, querida (discúlpeme este tratamiento, pero necesito mostrar ese afecto que acá, donde el metro es sólo un utensilio para modistas, me está negado hasta el día de mi muerte y más allá), absolutamente todo. Pero eso me ha hundido aún más en la selva del subsuelo y he levantado una celda en la que no hay rostros (ni una mueca, ni una sonrisa, ni siquiera las sonrisas que pinta la indiferencia). Créame, querida, echaría de menos ese metropolitano recorrido por medias negras y leggings marca Afrodisias, de no ser porque aquí toda esperanza está prohibida.
Atentamente a sus pies, y desde el suelo contmeplando las alturas.

Indalecio dijo...

No existe el olvido.

Grace en el País de Las Maravillas dijo...

Bellota creo que nos pasa a todos,sobre todo cuando el libro nos aburre :P
Mi querido anónimo (no pienso disculparme por el tratamiento) es curioso que mencione usted del utensilio para modistas, muy curioso...
Por otro lado, creo que habla/escribe demasiado sobre la esperanza, como para no conservar un ápice de ella y perdone el atrevimiento...
Indalecio, sin querer meterme en una disputa que ya comenzó con los griegos, creo que todo aquello que somos capaces de pensar, existe. Aunque no seamos de pensar todo lo que existe...