Me he cambiado el color de pelo, el pendiente de la nariz, el fondo de armario.
He cambiado mis horarios, mis hábitos, los muebles de mi habitación.
He cambiado de móvil, de correo electrónico y el fondo de pantalla del ordenador.
He abandonado todos mis vicios.
Nada ha cambiado
en realidad.
Quería demostrar que todo me era contingente,
y sólo he conseguido darme cuenta
de cuanto te necesito.
5 comentarios:
Bueno, es un tibio consuelo saber que lo que no cambia es tu propensión a sacar al Ermitaño.
es que hay necesidades que ni cambiándose las huellas dactilares..
la clave está en necesitar, o quizá en que necesitamos necesitar...
de todas formas, siéntete afortunada; de lo contrario nunca habrías escrito un poema tan bonito
A mi también me ocurre lo del fondo de pantalla, es como si fuese un reflejo importante.
Pero mientras ha hecho todas esas cosas, se habrá sentido mejor, imagino.
Abrazo.
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