He consumido mi verano,
mis días libres,
mis horas de sueño
sólo por cuidar de ti.
He consumido mis palabras,
mis manos
y mi voz.
He salido a la calle
llorando,
ardiendo,
abrasandome.
He consumido mi amor por ti
de quererte tan ávidamente.
Me he consumido a mí misma
en una combustión lenta,
pero devastadora.
Y ahora,
cuando me acuerdo de ti,
siempre oigo el chasquido de una cerilla...
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